Leo comparte su fracaso en Cozumel, un accidente aéreo de $130k que se convirtió en una invaluable lección
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Leo es empresario y asesor europeo que emprendió un viaje inesperado para perder el ego, dinero y algunos hábitos arraigados. Con 17 años de experiencia en negocios, Leo es una mezcla de “disciplina europea y creatividad mexicana”. Su lema en la vida es “the shit is the caviar,” porque cree profundamente en que las experiencias difíciles son las que realmente nos enriquecen.
Leo: Para mí, el fracaso es como el caviar: un gusto adquirido que con el tiempo aprendes a disfrutar. Y sí, honestamente amo “cagarla” porque cada fracaso trae una lección que ningún éxito fácil podría ofrecer.
Leo: Cuando llegué a México, me sentía invencible, con una actitud bastante egoísta. Pensaba que era más inteligente y mejor que el promedio de las personas que me rodeaban. Me sentía imparable, como si el mundo fuera mío para conquistarlo.
Después de emprender un proyecto turístico de pesca, empecé a rentar aviones para volar desde la isla de Cozumel a la zona arqueológica de Chichén Itzá.
El negocio creció tan rápido que empecé a ver el título de "millonario" asomándose en el horizonte. Algunos inversionistas me contactaron, entre ellos uno de Cozumel que se unió al emprendimiento y con quien finalmente pude comprar mi primer avión.
Mi ego estaba tan inflado que hasta la matrícula tenía mi nombre, solo para molestar a las autoridades que me habían puesto dificultades para usar el aeropuerto.
Todo se veía perfecto… hasta que el ego decidió darme una lección.
Leo: Mi nuevo socio me contó que su padrino tenía una empresa de aviación cerca de la capital y nos podía rentar un permiso comercial para volar. También se ofreció a seleccionar pilotos, seguros, etc. Confié al 100% en él.
Después de dos meses, empezamos nuestro primer vuelo con un cliente de Cancún a Cozumel. Yo no conocía al piloto.
Cuando intentamos aterrizar, todo el avión empezó a agitarse. De repente sobre la pista se escuchó un gran golpe. Mientras mi cabeza golpeaba el asiento pensaba que íbamos a morir, que la cola del avión se había destrozado.
Al salir del avión corroboramos que todos estuviéramos bien. A pesar del fuerte golpe que se escuchó, no se rompió la cola, únicamente estaba doblada una hélice, sin embargo, el daño fue de 130,000 USD.
El piloto no tenía ni 20 horas de vuelo en ese tipo de avión, cuando por ley deben ser 150, de otra manera el seguro no puede cubrir los gastos.
Me acuerdo de estar sentado en la cola del avión, sudando como nunca en mi vida, sin un centavo en mi cuenta.
Leo: Hicimos un contrato con la empresa de mi socio para rentar el permiso por 245 USD, luego subió a 616 y antes de volar a 1,110 USD.
Mi socio me convenció diciendo que eran de confianza y los mejores del país. Debí sentarme con ellos, tomarnos un café y preguntar ¿qué está pasando? Además, la empresa nunca me dio los detalles del piloto que contrataron para los vuelos. No lo conocía y confié completamente en él.
Leo: A pesar de que me golpeé la cabeza y tenía la nariz sangrando, intentando ser positivo y con poca experiencia en aviación, pensé “En un día lo arreglaremos.”
Ese mismo día los empleados de mi socio me ayudaron con los trámites del accidente y me dijeron que las reparaciones tomarían al menos seis semanas. A pesar de no haber asimilado el golpe, lo único en lo que pensaba era en los daños (y en el dinero) y la falta de ingresos, porque el avión no podría volar.
Ahí me di cuenta de que todo el sueño de ser "millonario en la aviación" se había hecho añicos.
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Experiencias como las de Leo son las que cambian completamente nuestra perspectiva sobre el fracaso, el éxito y nuestro propio ego.
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Volvemos con Leo…
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Leo: Lloré enfrente de mi cliente y mi socio. Recuerdo que estacionamos el avión y me senté en la cola, viendo el desastre, pensando que estaba en una película, fuera de la realidad. Pensando cómo tanto trabajo había terminado así. Me sentí como un perdedor, pensando qué opinaría la autoridad y la competencia.
Leo: El cliente dijo “¡wow, que experiencia, cada cuánto tienes un accidente de avión y sobrevives!” lo tomó muy bien, no quiso su dinero de vuelta ni nada más. Me dijo “Estoy en Cozumel, ese era el plan y aquí estoy.”
Tuve suerte porque el 99% de clientes hubieran demandado, exigir dinero o dejar malas reseñas. Pero yo creo que por la adrenalina fue muy positivo.
La competencia no se contuvo y se rió a carcajadas. “El rebelde” había recibido su lección. Las personas cercanas a mí no tuvieron piedad, con su actitud de "te lo dije". Claro, no podían resistirse a decirlo en voz alta, mientras yo trataba de recoger los pedazos de mi ego roto. Esos fracasos no solo me cambiaron a mí, también cambiaron la forma en que los demás me veían.
Leo: El mismo día del accidente llegaron en avión privado algunos empleados de la empresa de mi socio con dos abogados e instrucciones sobre lo que podía decir o no, ellos tenían que resolver con el aeropuerto. Lograron calificar al accidente como sólo un “incidente” para que entrara en otra categoría.
Mi socio puso más recursos y compramos partes del avión con el flujo de dinero que teníamos. Yo no recibí sueldo por meses para poder pagar el daño.
Tardamos cuatro meses en reparar el avión. En ese tiempo encontré otra empresa más grande de aviación que tenía dos aviones que cumplían las normas y que pudimos rentar. Yo mismo seleccioné los pilotos adecuados con más experiencia.
Leo: La verdad es que no cambiaría nada. Estoy completamente en paz con lo que soy ahora, después de haberme "equivocado" tantas veces. Esas caídas fueron las que me han permitido llegar hasta aquí, y sin ellas no podría ayudar a otros de la manera en que lo hago ahora. Claro, soy consciente de aplicar esas lecciones en cada nueva aventura.
Esto debió pasar para tomar la aviación en serio y hacer las cosas bien. Puedes hacer un negocio y ver si tiene éxito, pero si no, no pasa nada con tu trabajo. En cambio con aviación, la verdad es que tomé riesgos que no debí. Si estás en un negocio con vidas de personas o animales, no puedes hacer este tipo de cosas.
Leo: Hoy sigo "fallando" porque, al final del día, sigo siendo ese niño con una energía y un impulso inagotables para crecer. Lo interesante es que, a partir de esos errores, ahora puedo dar consejos extremadamente valiosos a CEOs y empresas. No basados en libros de la universidad, sino en las lecciones que la vida misma me dio.
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Editado por
Ricardo Guerrero
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