No se trata sólo de un problema moderno. Tiene sus raíces en lo más profundo de la historia, empezando por una cosita llamada colonialismo.
Descargo de responsabilidad: Este artículo fue escrito por una mujer neurodivergente/discapacitada. Las opiniones expresadas no necesariamente reflejan las de Fuckup Inc como organización.
El 3 de diciembre se celebra el Día Internacional de las Personas con Discapacidad, una fecha que pretende promover los derechos y el bienestar de las personas discapacitadas. En esta época del año, muchas organizaciones bienintencionadas se acercarán a ti sin mencionar al elefante en la habitación: ¿qué es el capacitismo y por qué es una de las mayores cagadas de la sociedad?
En esencia, el capacitismo es la discriminación de las personas discapacitadas, y es tan potente y omnipresente como cualquier otro -ismo. Los que no tienen discapacidades, la gente "normal", han tenido históricamente las de ganar, mientras que las y los discapacitados han sido marginados, excluidos y maltratados. Pero no se trata sólo de un problema moderno. Tiene sus raíces en lo más profundo de la historia, empezando por una cosita llamada colonialismo.
El colonialismo, que antes era principalmente un proyecto europeo y blanco, originó esta retorcida creencia en la superioridad racial -también conocida como racismo- y la eugenesia, una pseudociencia creada para justificar la superioridad racial, perpetuó estas jerarquías arbitrarias al pretender que ciertos rasgos (incluidas las discapacidades) eran indeseables y, por tanto, debían erradicarse. Aquí es donde se originó el capacitismo, y el hecho de que todavía hoy nos enfrentemos a él es un reflejo de lo crucial que es deconstruir nuestras creencias sobre la discapacidad.
El capacitismo no es unitalla; se presenta en diferentes formas. El capacitismo físico se basa en las capacidades físicas de una persona; el capacitismo mental tiene que ver con el funcionamiento intelectual o psicológico; y el capacitismo sistémico está arraigado en nuestras instituciones, políticas y prácticas. La discriminación se cuela en todas partes.
Antes de seguir adelante, hagamos una breve parada para aclarar algunos conceptos. Cuando hablamos de discapacidad, suelen aparecer tres modelos: el modelo médico, el modelo social y el modelo de la diversidad.
El modelo médico considera la discapacidad como un defecto que hay que corregir, mientras que el modelo de la diversidad, como un soplo de aire fresco, sostiene que la discapacidad es una parte natural y valiosa de la diversidad humana. El modelo social afirma que la discapacidad está causada sobre todo por el entorno, como en la falta de adaptaciones y apoyo. En otras palabras, reconoce que son nuestros sistemas, y no los cuerpos o mentes, los que necesitan arreglo. ¿Ves la diferencia?
No nos malinterpreten, no estamos negando las dificultades que conlleva no poder ver o comunicarse, o experimentar dolor crónico. Lo que decimos es que, tanto el modelo social como el modelo de diversidad de la discapacidad, dejan claro que tenemos que trabajar colectivamente para lograr una aceptación radical y crear un sistema que garantice la plena participación en la sociedad de las y los discapacitados.
En este punto, vale la pena mencionar que a lo largo de este artículo utilizaremos un lenguaje basado en la identidad. ¿Pero qué es eso?
Cuando decimos "persona con discapacidad" (lenguaje de "persona-primero") estamos dando a entender que es una desgracia o algo muy desafortunado que una persona sea discapacitada. Suprimimos la identidad del individuo como persona discapacitada porque estamos diciendo que la discapacidad es algo intrínsecamente malo.
El uso de la palabra "discapacitado" (lenguaje de identidad-primero) en lugar del lenguaje de persona-primero, reconoce y valida la identidad del individuo, incluida su discapacidad. Afirma que la discapacidad no puede separarse de su experiencia humana, sino que la hace mucho más matizada y rica. Este enfoque reconoce el potencial y la capacidad de llevar una vida plena con todas sus esperanzas, fracasos, éxitos, sueños, amores, desamores, risas, aprendizajes y mucho más.
Nuestro consejo no solicitado basado en las necesidades expresadas por la comunidad disca es que dejes de decir cosas como "retrasado", "idiota", "imbécil", "chiflado", "psicópata" y "tarado". Evita también decir "ciego" o "sordo" como insulto cuando te refieras a alguien sin perspectiva a largo plazo o a una persona que no tiene en cuenta la opinión de los demás.
Estamos hablando de un cambio real: educarse, cuestionar los estereotipos, denunciar el capacitismo cuando lo veas. Aceptémoslo: ¡podemos hacerlo mucho mejor que ahora!
También vale la pena señalar que términos como "personas con capacidades diferentes" y "necesidades especiales" no tienen en cuenta el derecho a las adaptaciones y al apoyo, ya que les restan importancia. Así que aquí va una invitación a evitar los eufemismos y decir la palabra en voz alta: DISCAPACIDAD. No hay nada malo en ello y si sientes incomodidad diciéndolo, te invitamos a que explores por qué.
Demasiada gente no tiene ni idea de esto y ya es hora de que despertemos al hecho de que el capacitismo provoca trauma. Esta incesante discriminación desencadena un efecto dominó que hace que las personas discapacitadas se enfrenten a una avalancha de problemas de salud mental: un cóctel vicioso que incluye trauma complejo (TEPT), disforia sensible al rechazo, depresión, ansiedad y grandes bajadas de autoestima. Pero oye, no pongamos cara de sorpresa; ¿qué creías que iba a pasar cuando a un sector importante de la sociedad se le recuerda constantemente que "no es normal"?
La falta de adaptaciones básicas de accesibilidad no es sólo un inconveniente menor, es un obstáculo gigantesco que bloquea el camino hacia un trato justo e igualitario de la salud mental. Un informe de las Naciones Unidas confirma que alrededor del 16% de la población mundial es discapacitada, y que tienen entre dos y tres veces más probabilidades de vivir con enfermedades mentales.
En Estados Unidos, por ejemplo, casi uno de cada cinco estadounidenses vive con una discapacidad y, lo que no es tan sorprendente, son 2,5 veces más propensos a sufrir depresión que quienes no tienen discapacidades.
El capitalismo, ese sistema que amamos temer y tememos amar, no podría prosperar sin el capacitismo. Es un sucio secreto que nadie quiere admitir, pero se ha estado escondiendo a plena vista. El capacitismo va descartando a cualquiera que se considere "no apto" para el trabajo, creando así una falsa escasez de puestos de trabajo y presionando los salarios a la baja.
Pensemos en toda la innovación que perdemos, en todas las mentes brillantes que no detonan su potencial, sólo porque el sistema no puede acomodar una silla de ruedas, facilitar auriculares con cancelación de ruido o un intérprete de lengua de señas. Es una tragedia, por no decir un auténtico desastre económico.
La falta de adaptaciones y apoyos adecuados para las y los empleados discapacitados les empuja a la dependencia de la asistencia social o de sus familiares, perpetuando así la idea de que las personas discapacitadas no pueden trabajar ni valerse por si mismas. Así, en lugar de ser económicamente independientes y cumplir sus objetivos profesionales, las personas discapacitadas se ven obligadas a depender de la caridad, que ya sabemos, rara vez es lo que parece.
Organizaciones como TeletonUSA, Autism Speaks y otras no parecen entender la idea de que las personas discapacitadas no están aquí para inspirar a los individuos "normales". Entonces, ¿qué hacen? Utilizan el porno de inspiración para tocar nuestra fibra sensible y nuestras carteras.
El porno de inspiración, término acuñado por la activista australiana por los derechos de los discapacitados Stella Young, se produce cuando se comparten historias de personas discapacitadas para hacer que las personas no discapacitadas se sientan bien consigo mismas, explotando así a los discapacitados. Las personas no discapacitadas donan unos pesos o comparten un vídeo y se sienten geniales sin tener que cambiar nada de sus ideas erróneas sobre la discapacidad ni convertirse realmente en aliados de la justicia para los discapacitados.
Para colmo, a muchas organizaciones les encanta explotar la inocencia de las y los niños discapacitados utilizando su imagen sin su consentimiento, una práctica estrechamente relacionada con el adultocentrismo. Explotan sus historias, convirtiéndolas en dramáticas sagas para que las empresas obtengan beneficios fiscales y mejoren su imagen pública. Uno pensaría que tendrían un poco más de clase, ¿no?
Pero no nos limitemos a señalar con el dedo a las organizaciones; nuestros sistemas educativos son igualmente culpables de perpetuar el capacitismo o de reforzar estereotipos perjudiciales.
Ah, la educación: la noble búsqueda de la ilustración, un derecho consagrado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU. Sin embargo, nuestros sistemas educativos actuales tiene la manía de cerrar sus puertas a los alumnos neurodivergentes o con algún tipo de discapacidad. Y aquí es donde el sistema muestra su grotesca vena capacitista. Es fácil culpar a los profesores, esos héroes anónimos que luchan en primera línea contra la ignorancia. Pero no olvidemos que la mayoría de ellos tienen tan poco apoyo como los alumnos a los que quieren ayudar.
¿Diseño universal para el aprendizaje? ¡Ja! Más bien diseño universal para el fracaso ;)
El enfoque de la educación en el que se forma a los profesores no funciona para todo el mundo. Tenemos un sistema que se empeña en defender al estudiante "normal", mientras ignora las necesidades de quienes no encajan en esta estrecha definición.
La falta de adaptaciones para los alumnos discapacitados es espantosa y ¿quién se lleva la peor parte? Los profesores. Entran en estas aulas, armados con sus títulos y diplomas, dispuestos a moldear a los líderes del mañana. Pero hay un pequeño problema: nuestros bienintencionados educadores tienen tantos conocimientos sobre la enseñanza a alumnos neurodivergentes o discapacitados como un pingüino sobre la supervivencia en el desierto. Lo más probable es que no tengan ni idea de sus propios sesgos capacitistas, por lo que, aunque no sea su intención, pueden causar daño.
Ahora nos adentraremos de lleno en el mantra revolucionario del movimiento por los derechos de las personas discapacitadas: "Nada sobre nosotros sin nosotros". Esta frase la utilizaron por primera vez las organizaciones sudafricanas de discapacitados en los años 80 y 90 antes de abrirse camino en Estados Unidos y el resto del mundo. Es una llamada de atención, una declaración de autonomía y autodeterminación que cuestiona la suposición de que las personas sin discapacidad saben lo que es mejor para las que sí la tienen.
Las personas discapacitadas no son receptores pasivos de atención, sino participantes activos en sus vidas y en la sociedad. Es un recordatorio audaz y necesario de que nadie -ni siquiera cuidadores primarios- tienen derecho a tomar decisiones sobre las personas discapacitadas, sin darles poder ejecutivo y de decisión, ya sea en sus propias vidas o dentro de organizaciones, comunidades o gobiernos.
Dicho esto, ¿qué tal abordar la interseccionalidad, es decir, reconocer cómo se cruzan la raza, el género, la sexualidad y la discapacidad, y cómo esas intersecciones afectan a las personas de forma diferente? Vivimos en un mundo en el que la discapacidad se considera un defecto o un problema individual, y no el resultado de barreras sociales o entornos inaccesibles. Ya es hora de que cambien las actitudes y las percepciones, y de que la discapacidad deje de considerarse un obstáculo para la productividad económica y se convierta en un aspecto más de la diversidad humana.
Ahora bien, si quieres convertirte en una aliada o aliado anti-capacitista, hay algunas y algunos influencers queer y de color en el ámbito de la justicia para discapacitados a las que tienes que seguir:
Conclusión
El capacitismo es algo más que una cuestión ética: es una mancha social que fragmenta a las comunidades y alimenta la desigualdad.
Nos ha dejado a todos en un problema social, fomentando estereotipos mal informados, devaluando el valor humano y creando barreras, cuando deberíamos estar respirando el dulce aire de la equidad. La cuestión es que no se trata de hablar en nombre de las y los discapacitados como si hubieran perdido su voz en el fondo de un pozo.
No nos equivoquemos: las personas discapacitadas no se han quedado sin voz, ni mucho menos. No necesitan nuestra mirada condescendiente, sino nuestra alianza para desafiar la narrativa degradante del "porno inspirador".
Tenemos que ver la discapacidad como lo que realmente es: otra faceta de la existencia humana, una parte de nuestra diversidad. La narrativa en torno a la discapacidad debe pasar de la lástima y las expectativas bajas al respeto y la participación integral en la sociedad. Esta es la clave para crear un mundo más comprensivo e incluyente. Y con el poder del conocimiento y la fuerza de la resiliencia, seguro que podemos conseguirlo.
¿Te gustaría que tu espacio laboral fuera más abierto sobre este y otros temas? Te recomendamos el taller de Seguridad Psicológica y el de Conversaciones Difíciles. Llena este formulario para que diseñemos en conjunto la transformación de tu cultura organizacional.
Editado por
Transformemos nuestra percepción del fracaso y utilicémoslo como catalizador del crecimiento.