Aunque la OMS retiró la homosexualidad de la lista de desórdenes mentales hace 31 años, aún hay algunas luchas pendientes...
Navegando Instagram, en vísperas del 17 de mayo, Día Internacional contra la Homofobia, Transfobia y Bifobia, encontré que algunos amigos compartían con indignación una foto aterradora. Dos jóvenes, presuntamente homosexuales a punto de ser colgados por el gobierno Iraní. La foto pronto se volvió viral, se compartía en historias y cuentas de noticias y comunidad LGBTQ+.
En el transcurso del día empezó a circular el verdadero contexto de la foto. Se trataba de una ejecución que había tenido lugar hace 16 años, en Irán. En su momento, una ejecución controversial que involucraba a los acusados, menores de edad, una sentencia por violación sin confirmar y algunas acusaciones de homofobia por parte de las autoridades iraníes. Un caso que a la fecha sigue sin esclarecerse.
Tan pronto se supo del verdadero origen de la foto, muchos amigos se mostraron aliviados. Fue en 2005, “ya no estamos en esos tiempos”.
Este 17 de mayo se conmemoraron 31 años de que se retirara la homosexualidad como enfermedad mental por la Organización Mundial de la Salud. Tres días antes, de este mismo 2021, el 14 de mayo, Alireza Monfared fue asesinado por su propia familia al enterarse de su orientación sexual.
Mientras escribo este blog, muchas empresas estarán preparando posts para redes sociales, una versión arcoiris de su logo e incluso algunos estarán preparando un carro alegórico para el Pride en las ciudades que ya estén vacunadas.
Celebramos estos 31 años dejando de ser una enfermedad mental. Podrá parecer mucho tiempo, pero en realidad no es tanto, es apenas media generación, el año en que Madonna lanzó Vogue y de la puesta en órbita del telescopio espacial Hubble. Vamos, historia contemporánea.
Y más importante aún, 31 años es una cifra importante de progreso y lucha pero que aplica en función de tu nacionalidad, género, raza y nivel socioeconómico.
Y no es que queramos ser un Grinch gay del Pride. Cada batalla ganada debe reconocerse, atesorarse y por supuesto, celebrarse, pero es importante estar conscientes de que aún no podemos hablar de la homofobia, bifobia y transfobia en pasado, aún viviendo en países donde todo parezca estar avanzando.
Así como en gran parte de estos 31 años hemos compartido las redes sociales, ha crecido un fenómeno conocido en la industria de la comunicación como la cámara de ecos .
Como usuarios de redes sociales y como personas pertenecientes a algún grupo social (como la comunidad LGBTQ+) nuestro comportamiento digital es seguir cuentas con gustos afines, medios, influencers, etc. Esto, combinado con algoritmos de redes sociales, nos muestra un timeline únicamente con cosas que queremos ver, nos interesan y refuerzan nuestra visión del mundo.
Este ambiente digital se le conoce como una cámara de eco. Un espacio diseñado para consumir, generar y compartir una visión afín, dejando de lado por completo otros puntos de vista e incluso, dándoles una apariencia de minorías o inexistentes. Esto provoca una comodidad de pensar que todo va avanzando, incluso en aquellos países donde se concentra el mayor privilegio.
La lotería de haber nacido en ciertos países o comunidades está presente también dentro de la comunidad LGBTQ+. Incluso dentro de nuestras cámaras de eco digitales, existe una exclusión a personas que posiblemente no tengan acceso a internet o un dispositivo para alzar la voz. Muchas de las aterradoras historias de homofobia llegan a conocerse por dispositivos móviles y conexión a internet. ¿Cuántas historias más nos hemos perdido porque no han sido documentadas? ¿A quiénes estamos excluyendo del progreso ganado?
A finales de la década de los 60 's, en Estados Unidos se originó un conflicto con la policía local en Stonewall Inn, un bar en Nueva York donde se concentraba gran parte de la vida nocturna gay de la época. Marsha P. Johnson, una mujer negra transgénero fue una de las que inició las protestas luego de los enfentamiento, originando así, una lucha sin precedentes a favor de la comunidad LGBTQ+.
A un año de los incidentes, se celebró la primer marcha por los derechos de la comunidad en Estados Unidos. El resto es historia, una pequeña lucha escaló a más visibilidad en la sociedad, más protestas y exigencias por derechos, igualdad y respeto. En la cuna del movimiento, la comunidad negra trans de Nueva York estuvo presente, y sin embargo llevamos años de atraso en cuanto a la lucha por sus derechos. Tenemos una deuda histórica con la comunidad trans.
En la actualidad, de 193 países miembros de la ONU, en 28 las parejas del mismo sexo pueden expresar su amor y casarse, mientras que en 11, deben ocultar sus preferencias e identidades para evitar una sentencia de muerte en sus países..
Y para la comunidad trans es una realidad aún más crítica. Considerando que el promedio de vida de una mujer en Latinoamérica es de 79 años, ser una persona trans cuesta media esperanza de vida menos: 35 años.
A propósito de dar ejemplos entre las sub luchas dentro de lo LGBTQ+, este 2021 se cumplirán apenas dos años de que la OMS retiró la transexualidad de la lista de enfermedades mentales, para colocarla como una condición de “incongruencia de género” (eso sí, considerando aún que existen estrictamente los únicos dos géneros construidos por la sociedad y que hay una manera correcta y “congruente” de ser hombre o mujer). congruent way to be a man or a woman).
Comparando las realidades de un hombre blanco homosexual, versus la de una mujer negra trans, es inevitable cuestionarse, ¿entonces de qué ha servido que la OMS no nos catalogue como una enfermedad mental?
Y aunque no haya una respuesta clara, creemos que ha servido para que el privilegio que tenemos pueda ser distribuido y sea una herramienta poderosa para incentivar el avance de la lucha LGBTQ+ a todas aquellas sociedades que aún no lo han visto y lo necesitan.
Tenemos (fuera y dentro del colectivo LGBTQ+) una responsabilidad para repensar nuestras prácticas, nuestros paradigmas, poder identificar el machismo, la misoginia en acciones donde no sabíamos que las teníamos.Hay batallas pendientes para la comunidad racializada, aquellas que sufren por su género o su identidad, batallas que podemos librar quitándonos prejuicios y consumiendo contenido creado por ellos para sensibilizarnos en la materia.
Desde los incidentes de Stonewall, dentro del acrónimo LGBTQ+, la letra que más peso ha recibido es la que representa a la comunidad Gay, donde los efectos de la lucha se van materializado con mayor notoriedad. Sin embargo hay largos tramos por avanzar para la comunidad lésbica, trans y no binaria.
Esto se combate atacando prejuicios y paradigmas que no tienen que ver con la comunidad, son de hecho, cosas jodidas con la humanidad.
Celebremos la visibilidad de la comunidad trans en los medios, en las revistas, en el cine, pero no dejemos de lado la comunidad trans en nuestras calles, en aquellos países sin o con pobres legislaciones para defender sus derechos.
Siendo LGBTQ+ o no, celebremos y agradezcamos nuestro privilegio, usémoslo para dar plataformas a otros y que sus voces sean escuchadas. Usemos también nuestra voz para demandar los derechos de los que se han quedado atrás. Esta es una lucha colectiva como seres humanos, por la dignidad de todes.
Rompamos paradigmas todos los días, esperando que nuestro esfuerzo impacte a las nuevas generaciones y resuene también para otros en la lejanía.
En 31 años ¿qué queremos celebrar en la comunidad LGBTQ+? ¿Por qué queremos luchar?
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