El adultocentrismo es un sistema de opresión que favorece a las y los adultos y sus puntos de vista, a menudo a expensas del bienestar de infancias
Descargo de responsabilidad: El presente artículo ha sido escrito por una madre feminista interseccional, neurodivergente, queer y racializada. Las opiniones expresadas a continuación no necesariamente reflejan las de Fuckup Inc como organización.
He aquí un par de preguntas sobre la infancia que pueden ser detonantes para muchxs de nosotrxs: Mientras crecías, ¿alguna vez sentiste que lxs adultxs no te consideraban lo suficientemente capaz? ¿O que tus opiniones y sentimientos no se tenían en cuenta en la escuela o en casa?
Este sesgo que tenemos los adultos hacia las infancias y adolescentes no se reconoce en absoluto. Está oculto a plena vista, alimentado por una narrativa social que dice que los adultos siempre saben más. Pero, a decir verdad, la sabiduría no es patrimonio exclusivo de los mayores. Las infancias y adolescentes tienen percepciones, opiniones e ideas que son valiosas y merecen ser escuchadas y tenidas en cuenta en los procesos de toma de decisiones dentro de las familias y los gobiernos.
El primer paso para superar un obstáculo es comprenderlo. El adultocentrismo es un sistema de opresión que favorece a las y los adultos y sus puntos de vista, a menudo a expensas del bienestar de infancias y adolescentes. Está profundamente arraigado en la sociedad; es un actor silencioso en segundo plano que influye en las decisiones, las normas y las políticas públicas.
Ahora bien, el adultocentrismo no es sólo un fenómeno moderno, sino que está profundamente arraigado en el pasado histórico y cultural. En la Edad Media, por ejemplo, una encantadora mezcla de dogma religioso y estructuras sociales desempeñó su papel en la saga adultocéntrica. La Iglesia, en su infinita sabiduría, declaraba que los niños nacían manchados de pecado, meros recipientes a la espera de ser llenados de conocimiento y virtud. Todo un estímulo para la autoestima, ¿eh?
Mientras tanto, las sociedades feudales se basaban en la primogenitura, donde el hijo mayor (hombre) se llevaba todo o la mayor parte de todo. Esto creaba una cultura que valoraba más las opiniones y experiencias de la generación mayor que las de la más joven, perpetuando ideas adultocéntricas.
¿Y qué hay de la cultura? De la literatura al arte, de la música al cine, nos han bombardeado con la idea de que los adultos son los guardianes del conocimiento, el gusto y la sabiduría. ¿Recuerdas a todos esos viejos magos sabios de las novelas fantásticas que dan consejos como si fueran galletas de la suerte? ¿O esos cuadros de ancianos de rostro severo, arrugados de sabiduría? No es de extrañar que hayamos empezado a creer que la edad es sinónimo de superioridad intelectual.
Imagínate esto: un aula en la que se espera que las y los alumnos se ajusten a las rígidas normas establecidas por gente adulta, sin ningún espacio para sus propios pensamientos y opiniones. Es como si sólo tuvieran que sentarse en silencio, absorber información y regurgitarla en un examen.
El sistema educativo, además de la cultura, ha desempeñado un papel fundamental en la perpetuación del adultocentrismo. Desde la guardería hasta la universidad, la educación suele estar estructurada para dar prioridad a las necesidades y perspectivas de las y los adultos. Lo vemos cuando las y los profesores asumen que su forma de enseñar es la única válida. A menudo olvidan que el aprendizaje es una calle de doble sentido y que ser una persona obediente y callada no significa estés interesada en el tema.
Nos han metido en la cabeza un plan de estudios que ha sido decidido por un grupo de gente adulta que puede o no estar en contacto con las diversas realidades de las infancias. Las calificaciones, los exámenes y el conductismo se han puesto al servicio de la conveniencia de los adultos, no al servicio de las necesidades presentes y futuras de la niñez.
Ahora es cuando las cosas se ponen realmente interesantes. No sabemos ustedes, pero cuando se trata de políticas públicas que afectan nuestras vidas, creemos que es justo formar parte de esas decisiones. Cuando los responsables políticos no tienen en cuenta las necesidades y los derechos de infancias y adolescentes, socavan sus derechos humanos.
Estudios han revelado que cuando se excluye la voz de infancias y adolescentes, las políticas pueden alejarse de la realidad. Además, dejar a esta parte de la población fuera del proceso de toma de decisiones puede crear una atmósfera de apatía y desinterés en ella.
Piénsalo: si te dicen constantemente que tu voz no importa, ¿por qué te vas a preocupar por lo que ocurre a tu alrededor? Es como decirle a alguien que juegue a un juego pero no darle voz en las reglas. Es una forma segura de aniquilar el entusiasmo y generar desconexión y apatía por lo que pasa en una sociedad supuestamente democrática.
No estamos hablando por hablar, hay estudios de casos reales que respaldan esta afirmación. Estos estudios han demostrado que cuando se incluye a las infancias y adolescentes en la elaboración de políticas públicas, no solo se les beneficia a ellos, sino que también se consiguen políticas más eficaces e incluyentes. Todas y todos salimos ganando.
Es crucial empoderar a las infancias y adolescentes dándoles una plataforma para que se les escuche, porque seamos sinceros, las y los "mayores" rara vez tenemos todas las respuestas. La realidad es que muchas veces improvisamos y fingimos que entendemos hasta que lo conseguimos. Y además, ¿de qué otra forma se supone que las infancias y adolescentes van a aprender a desarrollar habilidades de pensamiento crítico si nunca les damos la oportunidad de practicar la toma de decisiones en sociedad?
Si bien es importante debatir estos temas, aún lo es más hablar de algunos ejemplos inspiradores de organizaciones que se están liberando de las estructuras adultocéntricas.
Como primer ejemplo podemos mencionar a la Not Impossible Foundation, donde se dedican a utilizar la tecnología para mejorar la vida de las personas con discapacidad. ¿Y lo mejor? No sólo piensan en lo que quieren o necesita la gente adulta, sino que también aprovechan la creatividad y la imaginación de las infancias. Organizan increíbles "hackathones" en los que infancias y personas adultas se unen para idear soluciones emocionantes e innovadoras. Porque, ¿quién dice que sólo los adultos tienen buenas ideas?
También está TiLT Parenting, una comunidad y centro de recursos para padres con hijos neurodivergentes y discapacitades. Esta organización desecha todos los manuales tradicionales de crianza y adopta un enfoque más vulnerable y consciente. Se centran en las fortalezas de las infancias y animan a madres y padres a hacer lo mismo. Es como un soplo de aire fresco en un mundo que presiona a las infancias neurodivergentes/discas para que encajen en moldes capacitistas y capitalistas.
Y, por último, no podemos olvidar a Kids Rule. En un mundo en el que a menudo se ve a las infancias pero rara vez se les escucha, esta organización ha allanado el camino para una revolución liderada por la gente más joven de nuestra sociedad. Kids Rule está poniendo a las infancias a cargo de los procesos de toma de decisiones en empresas. Imagínate una sala de juntas llena de directoras ejecutivas bajitas en estatura pero muy inteligentes. Al dar a las infancias una plataforma para expresar sus ideas y opiniones, Kids Rule reta las jerarquías tradicionales y nos enseña que la sabiduría no es exclusiva de la gente con más edad.
Esta es sólo una muestra de las organizaciones inspiradoras que se están liberando de las estructuras adultocéntricas. Estos grupos nos recuerdan que la creatividad, la vulnerabilidad y la voluntad de pensar con originalidad pueden dar lugar a innovaciones increíbles y cambios positivos.
Hablemos de algo que parece faltar en nuestras vidas hoy en día: la colaboración inter-generacional. Se trata de una oportunidad increíble para que distintas generaciones se reúnan, compartan sus experiencias y aprendan unas de otras.
Nos hemos centrado tanto en nuestros propios grupos de edad y círculos sociales que a menudo nos olvidamos de la sabiduría y la perspectiva que podemos obtener de los que nos han precedido, o de los que acaban de empezar en este viaje llamado vida. Pero, ¿por qué deberíamos limitar nuestras oportunidades de aprendizaje a las personas que tienen exactamente nuestra edad o más? No es por sonar demasiado radical, pero las infancias y adolescentes también son personas, ¿verdad?
Seamos realistas por un momento: a todes nos vendría bien un poco más de vulnerabilidad. Abrirnos a colaborar con distintas generaciones significa estar dispuestos a salir de nuestra zona de confort y explorar nuevas ideas. Claro, al principio puede resultar un poco extraño mantener conversaciones con personas que han vivido la vida en una época completamente distinta, pero merece el esfuerzo totalmente.
Conclusión
La capacidad de acción y las ideas de cada individuo merecen respeto, por lo que la edad no debería tener ninguna importancia. Podemos dar forma a una sociedad que celebre la diversidad y reconozca de todo corazón los valiosos puntos de vista que aporta cada grupo de edad.
Retar el status quo no está exento de dificultades. Enfrentarse a normas y prejuicios sociales profundamente arraigados puede resultar abrumador. Sin embargo, si trabajamos de forma interdependiente, en colaboración y con compasión por nosotros mismos y por los demás, podemos impulsar el cambio. Nuestro futuro colectivo depende de esta transformación, ¿o es que las infancias y adolescentes ya no son el futuro?
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Editado por
Shanti Banus
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