De pronto, un dolor en el pecho me atormentó, como si me hubieran golpeado con una bola de béisbol. Respirar era cada vez era más difícil...
Así viví mi primer ataque de ansiedad
Sentada en la orilla de mi cama, con una toalla en el cabello y otra en el cuerpo, viéndome al espejo, comencé a sentir un calor intenso dentro de mí que en segundos se convirtió en frio. De pronto, un dolor en el pecho me atormentó, como si me hubieran golpeado con una bola de béisbol. Trataba de inhalar y exhalar lentamente pero cada vez era más difícil.
Me doblé, el dolor era terrible y mi garganta se cerraba más y más. Algo dentro de mí sabía que esto no era algo normal y me obligué a respirar lo más profundo posible. Eso desató un mar de lágrimas imparable que duró alrededor de 30 min y poco a poco ayudó a que el dolor disminuyera.
Les presento: mi primer ataque de ansiedad.
Escucha a tu cuerpo, alegría macarena.
Le platiqué de este episodio a mi psicóloga y mis amigxs cercanos y descubrí que no era la única que lo había vivido y que aquello tenía un nombre, pero sobre todo, era una patología bien estudiada. “Chica, ¿qué te está pasando?” Eso justo es lo que me dije a mi misma ya después de calmarme. Tengo 29 años, un trabajo, un departamento y un buen sueldo ¿Por qué rayos me pasa esto?
Seguro estás diciéndote a ti mismx: “A mi eso no me va a pasar” o “Seguro es una persona negativa, yo siempre #positivevibes”. Bueno, déjame decirte que al igual que tú, yo también lo pensaba. Sin embargo, no es la primera vez que mi cuerpo me pide parar. Desde niña recuerdo que cuando tenía exámenes, me llenaba de ronchas rojas en la cara o me quedaba sin voz.
En esta ocasión, ya venía coleccionando situaciones personales y laborales que me hacían sentir incómoda y mi cuerpo me había estado enviando señales dos meses antes del ataque.
Primero dejé de dormir bien. Me levantaba a las 3 o 4 de la mañana para escribir en una lista junto a mi cama las cosas que no podía olvidar para el día siguiente. Como no estaba durmiendo, decidí arreglar el problema comiendo gomitas de melatonina. Después empecé a llenarme de puntos rojos el estómago. Fui con tres doctores que coincidían: “Es por estrés”. Lo que empeoraba las cosas y claro, provocaba más puntos rojos. La última señal fue la voz. De un día a otro, la perdí. Como tenía que viajar a visitar a mi familia y arreglar pendientes personales, nunca descansé. Duré tres semanas sin voz. Hasta que finalmente culminó con ese ataque de ansiedad.
Lo peor es que durante todo ese tiempo nunca escuché a mi cuerpo gritándome: “amiga, date cuenta”. Seguía y seguía aumentando mis responsabilidades en lugar de buscar mi paz mental. Es importante escuchar esas pequeñas señales que tu cuerpo te manda para evitar llegar a un colapso.Pero, ¿cómo me doy cuenta de que estoy en esa situación?
Nuevo reto desbloqueado: La ansiedad
Para hacer más dinámica las siguientes secciones (y no estresarnos), agregaremos algunos de los tweets que publiqué en ese tiempo, porque sabemos que “la vida es mejor twitteando”.
Este juego de ser adulto es muy complejo. ¿Cómo me doy unsubscribe? #MentyB
Lo primero que tenemos que saber es que la ansiedad es un estado mental que se caracteriza por una gran inquietud, intensa excitación y extrema inseguridad. Es un miedo muy intenso ante una situación cotidiana. Ahora, un ataque de ansiedad es la reacción fisiológica a ese acontecimiento.
Los síntomas más comunes para reconocerlo son: taquicardia, sofocos, sudoración, aumento de temperatura, hiperventilación, opresión o malestar torácico, entumecimiento, temblores y sensación de ahogo. Un ataque de ansiedad dura menos de 10 minutos y es acusado por acumulación de estrés sobre situaciones comunes.
A pesar de que un ataque de ansiedad es muy común, muy poca gente conoce los síntomas, por lo que es muy fácil pensar que es otra cosa, por ejemplo un ataque cardíaco. Yo fuí una de esas y, durante ese momento, te prometo que vi mi vida pasar en un minuto.
“¡Hola Diosito! Soy yo de nuevo” #StruggleBus
Oye pero, si es tan normal, ¿por qué me siento un fracaso?
Después de este cuadro, quise saber más al respecto, así que fui a una cita con una psiquiatra. No podía estar tranquila sin saber porque me había pasado esto. Y la verdad, esperaba que existiera una pastilla mágica que evitara que me volviera a pasar. Camino a la cita, me sentía la más perdedora del mundo porque pensaba que desde ese momento me iba a convertir en una persona que tiene que medicarse para poder tener una vida estable.
Desde que tengo memoria, mi papá toma medicamentos para muchas cosas. Una de ellas es para controlar su estrés. El estrés lo paralizaba, sentía que le daba un infarto y teníamos que llevarlo al doctor. Recuerdo que cuando tenía 11 años hicimos un viaje en coche a Estados Unidos para visitar un famoso parque de diversiones (inserte patrocinio aquí). Ese día olvidó sus medicamentos y a las horas comenzó a sentirse mal, tuvimos que salir y llevarlo a un hospital. Al llegar ahí le dieron sus pastillas, y a los minutos ya se sentía perfecto.
No regresamos al parque de diversiones, y eso como niñx te pone muy triste. Pero a mi me puso más triste saber que mi papá ya era un adulto que no podía disfrutar un día sin tomar su medicamento. En ese momento comparé el no poder estar en un parque de diversiones con ser una persona fracasada, y por ende, en mi peor pesadilla.
Luego de mi cita con la psiquiatra, me di cuenta que no en todos los casos es cuestión de una pastilla y listo, sino de una serie de ajustes en tu vida que pueden hacer que vivas mejor. Con esto no quiero decir que los medicamentos no sean necesarios. Hay tantas soluciones como contextos cuando se habla de ansiedad, todas son válidas y útiles siempre y cuando sean avaladas por un experto.
Métodos sencillos para trabajar la ansiedad
Por ahora te cuento algunas recomendaciones sencillas (y otras no tanto) que pueden ayudarte, pero recuerda que es importante darte el tiempo para que un profesional te apoye con un tratamiento especializado para ti. Y el simple hecho de poner en práctica cualquiera de estos métodos es un acto de amor hacia tu persona:
Las "sencillas":
Las no tan sencillas:
“Darte cuenta de cosas en terapia es el show de magia de los adultos.
Me la paso diciendo ¡Wow! toda mi sesión”
Desde niñxs nos han enseñado que es mejor evadir los problemas o hasta ocultarlos en lugar de enfrentarlos. La sociedad nos ha hecho creer que expresarnos nos muestra débiles ante los demás, nos cataloga como Lxs Perdedores. ¡Y NO ES CIERTO! Mi papá, amigxs, y seguramente también personas cercanas a ti, viven con este problema. Todxs se han dado cuenta que cuando más hablan de su situación, más en control se sienten de ella.
El síndrome del burnout
Kalinada Kano en su libro “Perfectamente imperfecta” menciona que estar siempre ocupadxs no nos hace más exitosos. Existe un síndrome llamado “Burnout” que es un estado de agotamiento mental, emocional y físico que se presenta como resultado de exigencias agobiantes, estrés crónico o insatisfacción laboral. Esta no es una enfermedad pero sí un detonante importante para un ataque de ansiedad.
Ser honestxs con nosotxs mismxs es el regalo más valioso que nos podemos dar, porque nos ayuda a saber con que podemos y con que no. No siempre se puede con todo y está bien aceptar que el plan tiene que cambiar, o hasta levantar la mano y pedir ayuda. Para mí es la parte más difícil.
“Voy a dejar que las cosas fluyan, pero necesito saber que día
y a qué hora van a fluir, así me organizo”
Y si para ti también lo es, hermanx… ¡Ya deja de mentirte a ti mismx! Si no se puede, pues no se puede. Muchxs te podrán decir “Todo lo puedes lograr si tú quieres, los límites te los pones tú.” Pero, ¿y si mi cuerpo me dice “hasta aquí’? Aprende a escucharlo. Está bien poner límites y dejar de pensar que entre más cosas podamos cargar, seremos mejores personas.
“Ya casi logro eso de equilibrar mi vida. Solo que ya me
siento más cansada porque es como mi segundo trabajo”
Tener una vida equilibrada para no quebrarte es lo más difícil. No voy a decir que ahora soy una mujer nueva y cambié todos mis hábitos de la noche a la mañana, pero sí estoy tratando de hacer pequeños cambios, empezando por hablar de este tema con más personas para no sentirme sola, es un acto de amor hacia mi persona.
Mostrarse vulnerable no es un síntoma de debilidad. Eliminemos ese miedo irracional a decir que no pudimos lograr un sueño o terminar un proyecto. Veámoslo mejor como una oportunidad de volvernos famosxs en un escenario de Fuckup Nights (guiño, guiño).
Desde mi primera Fuckup Night, me maravillé con la frase “compartir el fracaso”. Estamos tan acostumbradxs a sólo compartir lo que nos sale bien, que no nos damos cuenta de que los errores nos unen y por ende, nos liberan.
Compartir mi historia me ayudó a entender a mi papá y a mis amigxs, pero sobre todo, ayudó a que lxs demás me comprendieran. Abrió una puerta a la posibilidad de ser más honesta conmigo misma y a sentirme más viva escuchando a mi cuerpo.
Editado por
Raquel Rojas
Transformemos nuestra percepción del fracaso y utilicémoslo como catalizador del crecimiento.