Siguiendo la tradición de Día de Muertos, hicimos un altar a algunos proyectos que ya no están con nosotros pero inspiraron ideas en la modernidad.
Este mes hablaremos de un tema que nunca hemos tratado antes: la muerte. Probablemente has escuchado hablar de la tradición del Día de Muertos. Si no eres de Latinoamérica, posiblemente tu única referencia sea la película de Coco (te tenemos en la mira, Disney), así que permítenos explicarte brevemente.
Resultado de una explosiva mezcla entre colonialismo Europeo, imposición religiosa y costumbres prehispánicas, cada 2 de noviembre se celebra en México el Día de Muertos o Todos los Santos, como una manera de recordar/honrar a la muerte y a los que se han ido.
Entre muchas otras tradiciones, se acostumbra hacer una ofrenda o altar, para que cada familia recuerde a sus parientes. Sobre una mesa se colocan sus fotografías y platillos favoritos, veladoras, imágenes religiosas, flores. Esa noche se espera que los espíritus en cuestión visiten el altar y se alimenten de lo que alguna vez disfrutaron en vida.
Ahora, ¿Eso qué tiene que ver con el fracaso? ¿Qué tienen en común Fuckup Nights y el Día de Muertos?
Probablemente te sorprenda, pero ambos son mexicanos - Juan Villoro, escritor, hizo una interesante reflexión sobre el origen de Fuckup Nights en México. Y aunque nosotros celebramos compartir historias de fracaso y el Día de Muertos celebra a la muerte, ambos temas podrían llegar a considerarse tabú, incómodos y hasta controversiales.
Para Caitlin Doughty, escritora y directora de una casa funeraria, hay una relevancia en los rituales alrededor de la muerte, son una forma de “exponer nuestro dolor a la desinfectante luz del sol”.
De acuerdo a Caitlin, en muchas culturas occidentales, la única oportunidad de vivir el luto es en un cementerio, casa funeraria, iglesia u hospital. Una experiencia que no se nos permite sentir completamente, llena de obstáculos incómodos y que sólo se puede vivir una sola vez luego del episodio de una muerte cercana. Rituales como el Día de muertos son una manera de vivir y reconocer el dolor sin ser avergonzados o juzgados, un ritual de duelo colectivo que se vive de una forma sana.
Tanto en la muerte como en el fracaso hay duelos y, en mayor o menor medida, pérdidas. Un altar de muertos o una charla catártica sobre tus peores errores, pueden resultar experiencias confrontantes pero liberadoras.
Siguiendo esta práctica y homenajeando nuestras raíces mexicanas, este año quisimos hacer nuestro propio altar de muertos. Homenajear esos proyectos que se fueron, ya sea porque llegaron muy temprano o porque no estaban listos para este mundo. Buenos intentos incomprendidos que dieron pie a cosas más grandes:
En 2012 surgió una nueva red social que cambió la forma de compartir contenidos. Vine era una novedosa plataforma que retaba a sus usuarios a compartir videos de solamente 6 segundos.
En poco tiempo Vine comenzó a llenarse de gente creativa, reunió seguidores y llegó a crear contenidos de hasta 4 mil millones de reproducciones. Una oportunidad que las marcas no querían dejar pasar, llegando a pagar hasta 200 mil dólares a influencers por un sólo video.
Pero a pesar de ser adquiridos por Twitter, otras plataformas como Snapchat e Instagram imitaron la fórmula de videos cortos, permitieron una flexibilidad de hasta 60 segundos, generaron alianzas con marcas y celebridades y - lo más importante - monetizaron a los creadores de contenido. Temas en los que Vine, desde un principio, se resistió.
Para el año 2014, marcas y creadores comenzaron a irse a otras plataformas con innovadoras posibilidades de capitalizar el contenido y sus audiencias en crecimiento. Vine comenzó a decaer y finalmente, perecer.
Este espacio en el altar es para Vine, que si bien no pudo capitalizar la creatividad de su formato, estaría muy orgulloso de Tik Tok y su capacidad para reinventarse y monetizar su creciente popularidad.
“Si buscas fotos, vas a Google, si buscas ver videos, vas a Youtube, pero si buscas música, no hay a dónde ir”. Esa era la forma de pensar de los creadores de Grooveshark, una de las primeras plataformas de streaming de música, lanzada en 2008.
Todo bien hasta aquí, aunque había un pequeño detalle: los usuarios eran los encargados de subir sus archivos de música y compartirlos con el mundo, cosa que no cumplía con el copyright.
A pesar de sus 20 millones de usuarios y sus funciones atractivas como analíticas de reproducción, creación de playlists y colecciones de música, Grooveshark pronto comenzó a meterse en problemas. Si bien firmaron un contrato con EMI, la disquera terminó demandándolos por algunas irregularidades, abriendo la puerta a que nuevas demandas aparecieran.
Para el 2015, Grooveshark afrontaba una demanda total de 736 millones de dólares y cerró su portal para evitar pagarla.
“Hemos fallado en asegurar las licencias de derechos de autor de la vasta cantidad de música en nuestra plataforma. Eso estuvo mal. Pedimos disculpas. Sin reservas.”
-El equipo de Grooveshark
Este espacio en el altar es para Grooveshark, que aunque la forma de ofrecer música a sus usuarios no fue la correcta, sin duda fue una buena probada de lo que Spotify lograría después de formas más legales y rentables.
La muerte en el mundo empresarial no sólo se presenta en forma de bancarrota, sino también en proyectos inviables.
Sucedió en 2005 cuando ESPN decidió dar un paso adelante en la forma de comunicar y llevar los deportes a las masas. Del televisor, saltarían a los móviles.
Contextualizando, en el 2005 Sony Ericsson lanzaba su primer celular especializado en música, una colaboración con Walkman que volvió locos a todes, el concepto de smartphone como lo conocemos estaba lejos de aparecer, eran apenas los primeros pasos de la industria. La navegación por internet en un celular era un calvario.
ESPN planteó una aplicación para celulares cuando el concepto de aplicaciones móviles era aún algo inexistente. El reto era complejo. Si hoy tenemos smartphones capaces de instalar aplicaciones, ESPN estaba vendiendo una aplicación con celular incluido. Y ese, amigos, fue el error.
Mientras ya habían en el mercado celulares con diseños más elegantes e innovadores, ESPN sacrificó el hardware por el software y salió al mercado con un teléfono poco atractivo a la vista y con un precio de $300 dólares y una mensualidad de entre $65 y $225 dólares por la suscripción del servicio.
La aplicación contaba con fotografías y videos a color, adaptados a las pantallas del momento (algo complejo de lograr en la época), junto con información instantánea sobre lo más nuevo en deportes. Desafortunadamente, el diseño y el costo de mantenimiento terminaron por sepultar el producto antes de haber cumplido siquiera un año en el mercado
“Tu teléfono es la idea mas estúpidamente tonta que he escuchado.”
-Steve Jobs
Le dijo Steve Jobs al entonces presidente de ESPN, luego del estrepitoso fracaso, y unos meses antes de presentar su producto estrella, el iphone.
Este espacio en el altar es para el ESPN phone, que aunque abandonó este mundo muy pronto por su falta de practicidad y diseño, fue una idea que se adelantó al futuro de los smartphones y aplicaciones móviles. Aunque en su momento el ESPN phone fue un capítulo vergonzoso, hoy en día varios miembros de la empresa lo reconocen como un importante escalón para lo que es hoy su aplicación móvil para smartphones, con más de 72.5 millones de usuarios.
En esta pequeña ofrenda están sólo unos pocos de los cientos de casos similares que existen. Una prueba de que hay vida más allá de los fracasos. Si bien en algunos casos este representó la quiebra, la dualidad entre el fracaso y la innovación nos da una pista de las conversaciones que valen la pena tener.
Mirar de cara al fracaso, reconocerlo como parte de la vida, hacer las paces con nuestra imperfección y abrir las puertas a los intentos. Algo así como aceptar la dualidad entre la vida y la muerte y disfrutar cada día de nuestra existencia.
¿A quién más pondrías en nuestro altar de muertos este año?
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Transformemos nuestra percepción del fracaso y utilicémoslo como catalizador del crecimiento.