La vergüenza es una defensa a una falta que nos amenaza con dejar de pertenecer, pero nos paraliza. La culpa nos lleva a reparar.
Regresar al Curso 7: Vergüenza, culpa y fracaso
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La vergüenza es una emoción secundaria, pues depende de otras emociones innatas como el miedo y el disgusto y se va aprendiendo dentro de un contexto social. La vergüenza no aparece hasta alrededor de los dos años, cuando empezamos a percibirnos como individuos únicos, independientes de nuestros padres, capaces de actuar y ver las consecuencias posteriores (1).
Con el tiempo vamos aprendiendo lo que es correcto, el deber ser y las normas sociales. La vergüenza es una defensa a una falta que nos amenaza con dejar de pertenecer. Aunque es un mecanismo de adaptación social para identificar, adoptar o fijar conductas y expectativas sociales que son aceptables, la vergüenza puede ser una emoción negativa y paralizante.
Brené Brown menciona 12 categorías en su libro El poder de ser Vulnerable. En cada una de estas, las mujeres luchan más con los sentimientos de vergüenza:
Los roles de género influyen en que las mujeres sean más propensas a tener culpa o vergüenza y a que estos sentimientos puedan desarrollarse con el tiempo como una respuesta habitual a ciertos estímulos (Benetti-McQuid & Bursik, 2005). La experiencia de la vergüenza puede reflejar una transgresión percibida de las normas estereotipadas asociadas a los roles de género.
Al final del día, la culpa y la vergüenza están relacionados con el perdón y la compasión. Y nos pareció adecuado compartirte un método terapéutico desarrollado por la psicóloga social Marilyn A. Cronish que propone las “Cuatro R”:
Responsabilidad: Encarar lo sucedido es el primer paso. Aceptar la responsabilidad de nuestras acciones puede ser el paso más complicado, pero es el más importante para solucionar una situación que pudo hacer daño a otrxs y a nosotrxs mismxs.
Remordimiento: Como parte de tomar responsabilidad, sentirse avergonzadx o culpable es normal. Aunque hablamos de emociones negativas, estas pueden significar un motivante para movernos de ciertas situaciones y convertirnos en una mejor versión de nosotrxs. Aquí es donde es importante retomar las diferencias entre haber “hecho algo malo” y “ser alguien malo”. No sumirnos en estos sentimientos de vergüenza es muy importante.
Restauración: Arreglar un error nos quita la carga de pensar si pudimos haber hecho algo más. Pedir perdón o buscar y preguntar por maneras de enmendar un error es un paso más para perdonarnos. Tomar acción nos puede poner en un lugar más propositivo.
Renovación: Crecer como persona es una de las grandes oportunidades que hay en el fracaso. Aprovechar estos procesos para algo positivo es tomar el control de una situación incómoda o dolorosa. ¿Por qué pasó lo qué pasó? ¿Qué pudiste hacer mejor? ¿Qué te llevó a hacer lo que hiciste? Renovarse es buscar evolucionar.
En resumen:
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Transformemos nuestra percepción del fracaso y utilicémoslo como catalizador del crecimiento.