Las mujeres del mundo son resilientes a la violencia misógina, machista y patriarcal porque no les ha quedado otra opción para habitarlo.
Artículo complementario al Curso 3: ¿Resiliencia o terquedad ?
Estoy segura que muchas hemos cruzado ese camino. Quizá sin saberlo, hemos logrado traspasar la barrera de obstáculos y dolores para ser quienes somos hoy.
El término resiliencia procede del latín resilio, que significa volver atrás, volver de un salto, resaltar, rebotar. Los diccionarios entienden por resiliencia la resistencia de un cuerpo a la rotura por golpe: La capacidad de un material o un cuerpo de recobrar su forma original después de someterse a una presión deformadora.
Ese camino es el de la resiliencia. Esta no es siempre positiva, pero es lo que nos ha mantenido en pie ante un mundo de adversidades.
Uno de los problemas con el concepto de resiliencia es su definición. No hay un completo acuerdo porque a pesar de ser estudiado por la psicología, otros movimientos sociales lo han retomado, se lo han apropiado y lo han resignificado, como es el caso del feminismo.
Si hablamos de resiliencia y feminismo, tenemos que comprender la violencia misógina que atraviesa a las mujeres. ONU Mujeres define la violencia de género como los actos dañinos dirigidos contra una persona o un grupo de personas en razón de su género, es decir hombre-mujer.
La violencia de género tiene su origen en la desigualdad de género, el abuso de poder y la existencia de normas arbitrarias que perpetúan la posición de poder de los hombres sobre las mujeres. El término se utiliza principalmente para subrayar el hecho de que las diferencias estructurales de poder basadas en el género colocan a las mujeres, disidencias sexuales y personas no binarias en situación de riesgo frente a múltiples formas de violencia.
Violencias que pueden materializarse en ámbitos profesionales con acoso laboral o directamente la exclusión a ciertos sectores laborales. Si bien no son exclusivas de las mujeres, la gran mayoría de este grupo social las vive.
Claro que hay un panorama de extrema violencia contra las mujeres, uno que desde hace décadas la lucha feminista ha hecho esfuerzos por combatir y visibilizar. Es frente a este contexto que las mujeres feministas resignifican el concepto de resiliencia, lo retoman a una práctica personal. Las mujeres del mundo son resilientes a la violencia misógina, machista y patriarcal.
Son resilientes porque no les ha quedado otra opción para habitar este mundo, y es por esta razón que no debemos romantizar la resiliencia pero sí comprender su impacto positivo en la vida de las mujeres: por ejemplo, cada vez son más las niñas, adolescentes y mujeres que nombran la violencia, que se defienden, que acuden a instancias legales, cada vez son más las que rompen con los estereotipos del ser mujer.
A nivel político, también han sucedido cambios importantes. Cada vez son más las mujeres en espacios de toma de decisiones, en la política y esto nos beneficia a todas. Como diría Michel Bachellet, la primera presidenta Chilena: “Cuando una mujer entra a la política, cambia la mujer. Si muchas mujeres entran a la política, no cambian las mujeres, cambian las políticas.” Esto lo hemos visto de manera sustantiva en leyes pro derechos de las mujeres y por consecuencia de otras poblaciones, como es el caso de la lucha en pro del aborto legal en América Latina, la cual ha avanzado mucho en países como México y Argentina, o en Colombia y Chile, que se está gestando.
La resiliencia es una herramienta poderosa.
Edith Grotberg, investigadora y estudiosa del campo de la resiliencia, desarrolló el Modelo de Grotberg que consiste en visualizar y comprender cómo se relacionan los recursos y actitudes que son necesarias para promover la resiliencia. Aunque se centra en aspectos individuales, no niega la influencia del contexto.
Esto último es muy importante si queremos comprender, que aunque existen actitudes individuales que podemos desarrollar, el contexto determina mucho de nuestro camino a la resiliencia. No es lo mismo para una mujer de clase media, con todos sus estudios terminados y un grupo de apoyo, pasar por una situación traumática, que para una mujer empobrecida, racializada, sin estudios primarios finalizados.
De acuerdo con Grotberg, para superar adversidades, salir fortalecida y transformada de ellas, es necesario tomar factores de resiliencia de cuatro fuentes: TENGO, SOY, ESTOY, PUEDO
TENGO
• Personas alrededor en quienes confío y quienes me quieren incondicionalmente. •Personas que me ponen límites para que aprenda a evitar peligros o problemas.
• Personas que me muestran por medio de su conducta la manera correcta de proceder.
• Personas que quieren que aprenda a desenvolverme
• Personas que me ayudan cuando estoy enferma o en peligro o cuando necesito aprender.
SOY
• Una persona por la que los otros sienten aprecio y cariño.
• Feliz cuando hago algo bueno por los demás y les demuestro mi afecto.
• Respetuosa de mí misma y del prójimo.
• Capaz de aprender
ESTOY
• Dispuesta a responsabilizarme de mis actos.
• Segura de que todo saldrá bien.
• Triste, lo reconozco y lo expreso con la seguridad de encontrar apoyo.
• Rodeada de compañeros que me aprecian.
PUEDO
• Hablar sobre cosas que me asustan o me inquietan.
• Buscar la manera de resolver mis problemas.
• Controlarme cuando tengo ganas de hacer algo peligroso o que no está bien.
• Buscar el momento apropiado para hablar con alguien o para actuar.
• Encontrar a alguien que me ayude cuando lo necesito.
• Equivocarme
• Sentir afecto y expresarlo.
Pensar en qué tienes, con qué recursos cuentas, qué características tuyas son positivas, cómo estás y de qué eres capaz de hacer, es un ejercicio que parece sencillo pero requiere una práctica importante de autoconocimiento que te permitirá situarte emocional y físicamente ante las adversidades. Te invito a que lo practiques cuando estés atravesando un momento difícil, pero también cuando no lo estás haciendo. Este ejercicio te ayudará a que seas consciente de las herramientas que tienes a tu alcance.
Desde los avances que tuvieron muchos movimientos feministas en Latinoamérica podemos aprender que la resiliencia no es, únicamente, una capacidad individual, sino colectiva. Tomar consciencia de las redes de apoyo y sostén que tenemos es fundamental para atravesar momentos que necesiten una mayor resistencia.
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