Explora si tu zona de confort te beneficia o te limita con estas 10 preguntas clave.
Seguramente te has encontrado antes con alguna publicación sobre cómo salir de la temida "zona de confort". Es un concepto tan popular como castigado en el mundo corporativo y entre los equipos con los que trabajamos.
De hecho hemos querido hablar de esto por un buen tiempo y nos habíamos demorado porque creemos que se debe hablar con profundidad.
No nos malinterpreten. Creemos que es poderoso a largo plazo buscar a diario la mejor versión de nosotros mismos. Ser 1% mejor todos los días.
Pero también creemos en el balance y en la capacidad de vivir la vida que queremos sin caer víctima de la cultura del hustle y la hiperproductividad.
Es por eso que creamos una guía de preguntas para evaluar nuestras zonas de confort, saber si estamos en el camino adecuado y si estamos conscientes de las ventajas y desventajas que hay en eso.
Puede ser un concepto confuso (y más por la palabra “confort” en el.) Pregúntate lo que significa para ti. ¿Es estar voluntariamente en un lugar dañino por miedo al cambio? ¿o es un lugar de balance y prosperidad?
Es curioso que en casa buscamos el mayor confort con Netflix, comida a domicilio, gadgets, etc., pero en nuestro trabajo pensamos en confort como mediocridad en lugar de satisfacción.
¿Esa necesidad de moverse es genuinamente tuya o estás intentando cumplir alguna expectativa externa? Por nuestra edad, género o industria pueden haber exigencias que nos presionen a ir por un cambio que tal vez por ahora no buscamos.
No todo lo familiar es bueno, ni todo cambio es arriesgado o radical. (No vas a ser bombero luego de 10 años como contador) Si hay oportunidades de mejora, acepta el cambio, la incertidumbre y la incomodidad temporal.
Aprender a aceptar la incertidumbre es básico para ser feliz. Así te enfocas en lo que puedes controlar en lugar de estresarte por lo que está fuera de tu área de influencia.
El mejor momento es cuando ya no hay ninguna comodidad en absoluto. O cuando esa “comodidad” tiene un costo alto para ti (económica, mental o emocionalmente). Si hay una oportunidad a la vista, pregúntate: ¿Cuesta menos que lo que tengo ahora? (Y con costo hablamos en todas sus formas, no solamente monetario).
Si una actividad te quita energía, ¿por cuánto tiempo estás dispuesto(a) a sostenerla? ¿Cuál es el costo de oportunidad?
En ocasiones la falta de estímulos nuevos pueden oxidar algunas de nuestras habilidades o hacer que aumente el miedo al cambio. También podemos caer en el conformismo disfrazado de estabilidad. Esto nos puede llevar a perder oportunidades y aprendizajes que no tendríamos de otra manera.
¿Estás estancado(a)? o ¿estás en una meseta temporal pero sigues en la ruta de crecimiento?
La tranquilidad en un mundo vertiginoso es muy valiosa y necesaria. Cuando otros aspectos de nuestra vida pueden ser caóticos, una zona de confort es un bálsamo. Muchas personas no le ponen precio a su tranquilidad y salud mental.
El cambio nos va a alcanzar eventualmente. Es nuestra elección cómo queremos que sean esos momentos de evolución. Si tu intención no es moverte aún, puedes tener un plan B o reforzar habilidades que te ayudarán en momentos de transiciones inesperadas.
Recuerda: la única constante es el cambio.
Salir de una zona de confort puede ser más complicado para unos que otros. Una red de apoyo, alternativas de negocios, bienes o contactos pueden hacer que el cambio sea más sencillo y con garantías. Agradecer (y compartir) lo poco o mucho que tenemos es un buen ejercicio.
¿Recuerdas cuando soñabas con lo que tienes hoy?
Es posible que tu meta sea justamente llegar a una etapa de equilibrio y paz mental. Para otras personas puede ser sólo un momento antes de volver a lanzarse al ruedo. Pregúntate lo que deseas lograr a largo plazo y alíneate a eso.
Es mejor buscar un equilibrio. Amplía los límites de tu zona fijando metas graduales para expandir tus posibilidades. Puedes aprender nuevas habilidades o crecer en las áreas que expandan un poco más los horizontes.
Cuestionar nuestra zona de confort es una tarea compleja. A veces requiere el valor de admitir que necesitamos un cambio y también la paciencia de no exigirnos de más cuando estamos en un periodo de sana estabilidad.
El crecimiento suele estar justo en lo que evitamos, porque ahí se esconde el miedo o la creencia de que no merecemos o no somos capaces. Es clave ser honestos con nosotros mismos, tener expectativas claras y rodearnos de personas que puedan aconsejarnos y apoyarnos. Incluso, buscar ayuda profesional puede facilitar una transición más saludable.
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Transformemos nuestra percepción del fracaso y utilicémoslo como catalizador del crecimiento.