La capacidad de superar cualquier desafío, enfrentar cada obstáculo y perseverar a pesar de todo. ¿Pero tiene límites?
Se disputa en Tokyo 2020 el bronce de tenis entre Serbia y España, Novak Djokovic y Pablo Carreño, respectivamente representando a sus países. Djokovic está furioso, su título como el número uno del mundo está perdido y este enfrentamiento es la única esperanza para no quedarse fuera del podio.
El marcador ya no le favorece y hay tensión en la cancha. Hace unos momentos lanzó su raqueta contra las gradas (vacías por la pandemia). Carreño saca y luego de intercambiar la pelota, Djokovic hace un mal lanzamiento.
De frustración pura, el tenista serbio estrella su segunda raqueta contra el poste de la red y la destroza. Luego de la derrota se comenta mucho sobre su reacción y él responde:
“Supongo que es parte de quien soy… no me gusta hacer estas cosas. Siento mandar este tipo de mensajes pero todos somos seres humanos y a veces es difícil controlar tus emociones”.
Tiempo después Djokovic abandona la competencia doble por una supuesta lesión en el hombro, quitándole la oportunidad de llevarse el bronce a su compañera Nina Stojanovic. No hay medallas en tenis para Serbia en estas olimpiadas.
No hay nada que simbolice mejor al éxito que un trofeo o una medalla. El clímax del esfuerzo. La reluciente recompensa al final del camino.
Es eso a lo que todes aspiramos en la vida, a llegar a la última frontera de nuestros méritos, y es también lo que se nos exige. Inicias tus estudios y se espera que termines con honores. Formas una familia y se espera que tengas una casa y tal vez un par de hijes. Prácticas un deporte y se espera que ganes el oro. De lo contrario, tal vez no seas tan exitoso, tal vez no seas tan bueno en lo que haces, tal vez no deberías llamarte un profesional o el número uno del mundo.
Las olimpiadas de Tokyo 2020 dieron mucho de qué hablar. Entre muchas cosas, fueron los primeros juegos olímpicos en postponerse desde 1896 (por la pandemia de Covid-19). Pero si hay algo inusual sobre esta edición, es la conversación indeleble sobre salud mental que generaron sus deportistas.
Ya se ha hablado mucho de Simone Biles, la gimnasta estadounidense que se retiró de la final individual y la final por equipos en gimnasia por cuestiones de salud mental. Que sirvió en bandeja el oro para sus contrincantes, en palabras de algunos. Una oportunidad para abrir de una vez este tema de la salud mental, dicen otros.
Y es que es imposible que no genere ruido. La gimnasta de talla internacional, la deportista de alto rendimiento, renunciando por su salud mental. Imposible. No tiene límites la resiliencia. Hay que luchar, ignorar esas voces en tu cabeza y salir adelante. No hay excusas. Tal vez para muchos se lo puedan permitir, pero no un atleta olímpico.
Días antes de su derrota contra Pablo Carreño, Novak Djokovic comentó que “La presión es un privilegio”, luego de que le preguntaran sobre la decisión de Biles:
“Sin ella (la presión) no existiría el deporte profesional. Si tu objetivo es estar en la cima de tu deporte, lo mejor es que comiences a aprender a lidiar con la presión y los momentos difíciles, tanto en la pista como fuera de ella.”
Es un círculo vicioso. Te inscribes en una competencia o tal vez aplicas para un trabajo y ahora formas parte de un sistema que recompensa en grande a ganadores y accedes a llevar el peso sobre tus hombros. Debes cumplir con las expectativas, la tuya y la de los demás.
Ahora se espera algo de tí.
Los tiempos han cambiado. Ahora se reconoce más la importancia de la salud mental para dar el ancho. Es común encontrar más recursos de apoyo en empresas y escuelas, incluso dentro de las mismas olimpiadas. Ahora todas estas competencias, todos estos sistemas se muestran más compasivos y comprensivos.
También el concepto de la resiliencia está más presente. Es una buena carta para justificar todo tipo de exigencia , incluso las tóxicas. Y si no las cumplimos, también nos hace sentir culpa por esos fracasos.
Dominique Moceanu, competidora en los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996 compartió para la BBC su experiencia a los 14 años:
"La decisión de Simone me hizo pensar en ese momento y en cómo no hubo compasión, cuidado y ninguna voz. No se me permitió decir que tenía dolor hasta que colapsé"
Ahora no solo premiamos los logros y el éxito, ahora premiamos los logros y la perseverancia, el éxito y la resiliencia, las luchas internas, los malabares heroicos entre lo personal y lo profesional.
La resiliencia es sagrada y diligente. No tiene límites, y es infalible. Tienes Xanax y un terapeuta, no necesitas más. No te detengas, ya nos contarás desde el podio de ganadores cómo luchaste por llegar hasta acá.
El día que Simone Biles decidió dejar la competencia, las búsquedas en Google sobre salud mental llegaron a su máximo punto en dos meses. ¿Cómo es que se rindió? ¿Por qué no luchó? ¿Dónde quedó la resiliencia?
Se espera mucho de los olímpicos. A favor o en contra de la decisión de Biles, las olimpiadas son un espectáculo al que le apostamos y exigimos como gladiadores en la arena. Alguien tiene que ganar, alguien debe ser el mejor de los mejores. ¿De dónde viene esta exigencia?
No sólo esperamos mucho de los atletas de alto rendimiento. ¿Eres emprendedor? Queremos ver cómo nace una nueva empresa unicornio. ¿Dices ser un artista? Debes vivir de eso y ganar premios.
Las olimpiadas suceden a diario para quien tenga que destacar en el aspecto más relevante de su vida. Y las exigencias son del mismo nivel de una Olimpiada.
Hay, en modo figurado, medallas por colgarse en el cuello. Y no está permitido rendirse. Puedes flanquear y ser vulnerable, de hecho es buen material para un reality show, construye al personaje. Te puedes romper, pero no te puedes rendir.
Las competencias, nosotros mismos y los demás definimos expectativas, de las que derivan una serie de exigencias que irónicamente, interfieren con estas mismas expectativas al generarnos problemas de salud mental. Es un círculo vicioso difícil de abandonar, hacerlo es salirse de la norma y ser etiquetados de fracasados.
Estamos perpetuando esta cultura del esfuerzo y también la de la resiliencia como un remedio universal para cualquier obstáculo.
La resiliencia tiene límites que varían de persona a persona y no hay sistema que los pueda definir.Y por esta razón debemos estar dispuestos a incluir y comprender lo variados que estos límites pueden llegar a ser.
Hoy más que nunca se habla de poner límites sanos y tal vez ese sea el camino. Aunque debamos también poner sobre la mesa cuáles son las consecuencias de hacer lo que es bueno para nosotrosy si eso es algo que también deberíamos cambiar. Como “perder un oro” por ejemplo. Pero ¿Qué precio vale?
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Editado por
Santiago da Silva Évora
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