Si lo pensamos bien, la “chingonería” es algo como la zarza ardiente. Denota una cualidad poderosa pero inefable.
¿Qué es ser Chingona? ¿Y tú me lo Preguntas? ¡La Chingona eres tú!
Quién sepa algo de poesía, sabrá a qué se refiere el subtítulo. También, si ha leído a Octavio Paz, sabrá que el sentido de la “chingonería” –y todo lo relacionado con ella—es un cuerpo invertebrado y gaseoso. Si no entienden el guiño literario, y/o no han leído a Octavio Paz, no se apuren. No todas las letradas – por muy leídas y escribidas que sean—son invariablemente chingonas. Hay unas muy engreídas y empaladas–que sólo por mamonas dejan ser chingonas.
¿Qué es, entonces, ser “chingona”? Difícil saberlo con certeza a pesar de que es la cualidad que nos decimos entre mujeres mexicanas para validarnos. Se lo digo a otras y lo digo de otras. También, me lo han dicho a mí, de vez en cuando. Sin embargo, si lo pensamos bien, la “chingonería” es algo como la zarza ardiente. Denota una cualidad poderosa pero inefable. En ese sentido, una chingona se parece al D’s Todopoderoso del Pueblo de Israel. Y como no hay como definirla, al menos puede ser identificada por los rasgos siguientes:
En su sentido primario, según la RAE, “inspirar” denota jalar aire a los pulmones, mientras que también significa “infundir o hacer nacer en el ánimo o la mente afectos, ideas, designios, etcétera.” Inspirar es hacer sentir algo que puede somatizarse a través de aspiraciones y exhalaciones. Es un sentimiento acompañado de una reacción física. Así, una chingona nos provoca esa aspiración –física y mental—de hacer algo o de ser algo mejor. Si me preguntan quién me ha causado ese sentimiento, la primera que me viene a la mente es Jane Goodall, la primatóloga y antropóloga, con la gran desdicha de que no he vivido en África rodeada de chimpancés lo cual me llena de ansia y frustración. Suspiro…
Las verdaderas chingonas siempre están al “full”. En su WhatsApp tendrán “Ocupado” en su estado, o “No llamadas, Sólo Whatsapp.” Aun bajo esta advertencia, me ha sucedido que uno de mis 12 perros sale corriendo con el celular en el hocico y le marca, no una, sino 10 veces, a la más ocupada de todas, en el peor momento. Mis perros le han marcado a CEO’s, CFO´s, Subsecretarias de Estado y a sinfín de Consejeras de Administración, entre otras Archi-Chingonas, justo en el momento en que van a cambiar el mundo. Cúlpese a mis canes de que ellas no pudieron detener la crisis climática, lograr la transición energética justa, abolir la esclavitud moderna, entre otras muchas calamidades que flagelan el mundo.
Entre chingonas te veas. Esa es la aspiración de muchas. En LinkedIn, hace algunos meses, vi una publicación de una mujer joven que, ¡por fin!, había sido admitida a un grupo de Archi-Chingonas, tras haber sido bateada varias veces. Ya adentro, dijo que había llorado de emoción al ver por YouTube a la presidenta de este colectivo bailar un vals con Nelson Mandela, por lo que intentó ingresar un chingo de veces hasta lograrlo. Ahora ya ha recibido un reconocimiento a su chingonería. Bien por ella. Como yo lo que quisiera es estar en África, rodeada de chimpancés en lugar de rogarles, más bien las hubiera mandado a la chingada.
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