Al crear espacios inclusivos, es indispensable que pensemos en cómo quitar al género como aspecto a tomar en cuenta para remunerar.
Artículo complementario al Curso 2: ¿Existen profesiones para cada género?
Cuando asumimos que lo normal es aquello conocido, ignoramos otras formas de ser y de vivir. Utilizar el término “normal” implica que hay una norma que cumplir. Los roles de género son esto, mandatos sociales y culturales que imponen cómo hombres y mujeres tienen que actuar y comportarse.
Según los roles de género, los hombres no pueden mostrar sus emociones: tienen que ser fuertes, racionales y proveer económicamente a su familia. Mientras que a las mujeres se les exige ser tiernas, amorosas, sentimentales y maternales.
Para hablar de espacios inclusivos para mujeres emprendedoras, es importante hacer un análisis sobre cómo los roles de género han llevado históricamente a la mujer a trabajar como ama de casa, impidiendoles apoyar económicamente a su familia. Es necesaria una responsabilidad masculina en muchos planos: responsabilidad afectiva de sus familias, repartición de tareas domésticas en la casa y espacios de trabajo acordes para aquellas mujeres que llevan una doble jornada laboral (en la oficina y en la casa).
Entonces, para crear espacios inclusivos, es indispensable que no pensemos únicamente en cómo las mujeres trabajan en empresas o cómo se insertan en el mundo capital, sino como des-generalizamos los roles de géneros.
Aún con los avances en derechos hacia las mujeres, siguen existiendo tareas (de cuidado) que se le asignan únicamente al género femenino. Y no sólo eso, sino que este trabajo no remunerado es entendido como “amor” por nuestros seres queridos. En otras palabras, se espera que las mujeres se hagan cargo de los cuidados de los hijos y de la casa, como si fuera parte inherente de su naturaleza “como mujeres”.
Una masculinidad hegemónica o, como nos gusta llamarle a veces, “tóxica”, es aquella en donde los hombres no muestran sus emociones, no “pierden la cabeza”, son siempre racionales y críticos. En la masculinidad hegemónica no hay espacio para que los hombres consideren involucrarse en las tareas del hogar.
En resumen, hablar de roles de género en el trabajo implica responsabilizar a hombres a involucrarse en la creación de espacios inclusivos y en cuestionar la masculinidad hegemónica. Es urgente que el trabajo de la casa y cuidado de los hijxs deje de ser un tema únicamente de mujeres, pues se ha convertido en un escenario sumamente injusto para nosotras, en donde trabajamos horas de forma no remunerada.
Luego de las primeras revoluciones feministas, las mujeres han ganado terreno en la esfera pública: han pasado de los espacios domésticos a los ámbitos laborales, políticos, culturales, etc. En estos tiempos podemos encontrar muchos ejemplos de mujeres líderes y muchas narrativas que invitan a las mujeres a ser económicamente independientes de los hombres.
Aún así, las mujeres todavía no hemos podido salir por completo de los espacios domésticos. Sostenemos la casa, la familia y salimos al mercado laboral. A esto se le conoce como doble jornada laboral. Es decir, que además del trabajo socialmente reconocido, debemos invertir horas de trabajo no remunerado al cuidado de hijxs, del hogar y de personas enfermas o ancianas.
Por ejemplo, las licencias de maternidad en la mayoría de los países de América Latina tienen una duración de tres meses, mientras que las licencias de paternidad cuentan con una de 2 a 14 días, dependiendo del país.
Entonces, cuando socialmente se espera que las mujeres sostengan un trabajo pago y otro no remunerado ¿cómo podemos pensar en un panorama de inclusión sin hacer frente a este tema?
Cuando piensas en un trabajo doméstico, de enfermería, educación o trabajo social ¿a quién imaginas haciéndolo?
Los mandatos sociales de género tienen una repercusión clara en el mundo del trabajo: la feminización de profesiones e industrias. Las mujeres hemos salido del ámbito doméstico al mercado laboral desde hace décadas, pero no es casualidad que sigan siendo trabajos asociados al cuidado. Detrás de esta división de trabajo según género, existe también una sociedad que sigue pensando a las mujeres más aptas para unos roles que para otros.
Hablemos también de las industrias masculinizadas. Según el Centro de Investigación de Políticas Públicas del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), los sectores de Ingenierías, Minería y Ciencias de la Producción agrícola y ganadería son ocupados por más del 75% de hombres en comparación a mujeres.
La identidad masculina es la que está socialmente atribuida al sostén económico; a financiar las necesidades de las personas que forman parte de su familia, las cuales son consideradas su patrimonio. Ocupar puestos en industrias relacionadas con el conocimiento y la productividad no es algo biológico, sino consecuencias culturales de una sociedad patriarcal.
En pocas palabras, una mujer que entra a un sector altamente masculinizado es también - aunque no se de cuenta - una mujer que se atreve a desafiar los mandatos sociales internalizados por nuestra sociedad. Formar redes en estos espacios es de gran ayuda para sostenernos y revertir la división histórica del trabajo.
Desde los espacios laborales (y fuera de ellos también) debemos romper con los mandatos sociales establecidos e históricamente asignados. La internalización de estos roles de género nos obliga a parar y reflexionar qué debe ser distinto en mi casa, en mi equipo de trabajo y en mi organización.
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