Necesitamos reconocer que algo que provoca tantas desigualdades y altera tanto nuestros ritmos, no puede ser tan idílico.
Recuerdo muy bien esa época cercana a cumplir los 30. Es común escuchar que alrededor de esa edad ya deberías haber alcanzado una estabilidad sentimental y económica. Además, si eres mujer, el instinto maternal te llegará y vivirás la mejor experiencia de tu vida. Pero ojo, has de hacerlo antes de los 35 años, porque a partir de ese momento, empiezas a perder tu capacidad de concebir.
Cuando llegué a los 30 no tenía ese instinto, ni pareja, ni dinero y eso me llevó a sentir una gran contrariedad y desasosiego. Acababa de cambiarme de ciudad, de trabajo y de sector, y me estaba recuperando de otra relación fallida.
Mis padres, abuelos y círculo de amigos me miraban como la oveja negra, la hater del sistema. Me preguntaba angustiada qué estaba haciendo mal para no conseguir ser como ellos, para no cumplir con las expectativas. Me sentía una fracasada.
Empecé a preguntar a mujeres de mi alrededor, madres y no madres. Quería saber si realmente yo era la rara o es que había algo que no nos contaban. Para este blog post, he querido rescatar algunos testimonios para hablar de la maternidad desde la honestidad, el conocimiento y el pensamiento crítico.
Encontré que en cierta medida que todas las entrevistadas coincidían en que la maternidad es más difícil de lo que nos cuentan, que hay una gran desinformación acerca de lo que implica tanto a nivel de cuidados, como de tiempo y dinero que requiere invertir. A pesar de ser una decisión trascendental que cambia nuestras vidas para siempre, solemos tomarla a ciegas. Nos preparamos durante años para el mundo laboral, hacemos masters, posgrados y prácticas, pero tenemos hijos sin informarnos de lo que eso significará para nosotras.
En palabras de Danae: “No te dicen ni la mitad de lo que tienes que saber. Cambia la dinámica de pareja, tus amistades se alejan, cambian o algunas se refuerzan. La vida profesional como mujer, lamentablemente, también tiene mayores retos.”
Y es que las mujeres todavía siguen cargando con la mayoría de las responsabilidades del cuidado de los hijos, 92% de las mujeres de la Unión Europea, según un estudio. Volver al trabajo después de una maternidad supone un gran reto. No solamente el número de horas que trabajamos se multiplica, sino que además sentimos la necesidad de probar que somos igual de válidas que antes.
Carmen confiesa que “al inicio de mi maternidad tenía un exceso de trabajo y al mismo tiempo me sentía la peor madre. Yo pensaba que no podía fallar en el trabajo, para que vieran lo eficiente que era aunque ya fuera madre, justo como solía trabajar antes. Incluso creo que daba más de lo que daba anteriormente.”
Es el llamado Síndrome de Superwoman, catalogado como el nuevo mal de las mujeres del siglo XXI y originado con la incorporación de las mujeres al mercado laboral.
Según el testimonio de Carmen: “Me di cuenta de cómo me fui olvidando de mí, por dedicarme al trabajo y a mi hija. Al ser madre soltera sentía mucha presión de querer hacer todo bien tanto en el trabajo, como en mi maternidad. No me di cuenta que me fui olvidando de mí y de lo que realmente quería. Me fui envolviendo en expectativas que yo sola me puse.”
Este trastorno afecta a las mujeres, que como madres, no quieren que su vida cambie por el hecho de serlo. Se sienten responsables de todo, quieren seguir cumpliendo con sus tareas en el trabajo, en casa, con sus círculos sociales y ahora con sus hijos, olvidándose completamente de su bienestar. El resultado se manifiesta con síntomas físicos y emocionales que elevan considerablemente el nivel de estrés diario.
Es común que las mujeres seamos sometidas a juicios por parte de la sociedad, sea cual sea nuestra decisión. Aquellas que quieren continuar con su carrera justo después de tener hijxs o las que pasan “poco tiempo” con ellos, son tachadas de malas madres. Por otro lado, las que prefieren no tenerlos y llevar una vida diferente, se les tacha de egoístas.
Este sentimiento de culpabilidad o presión social, recae sólo en nosotras. Por poner un ejemplo, son pocos los países que otorgan el mismo periodo de baja de maternidad a hombres que a mujeres, lo que pone de manifiesto la desigualdad en cuanto a quién cuida de lxs hijxs. La llamada conciliación no es tal, si todo sigue igual que antes.
Lucila nos cuenta que: “Sí hay dificultades en conseguir trabajo para una madre, sobre todo en los trabajos que requieren tiempo completo o trabajar horas extras. Los padres no tienen esta dificultad si tienen a la madre cuidando a los hijos. Entonces la mamá hace muchas cosas a la vez.”
Carmen: “Creo que como mujeres tenemos o sentimos que tenemos mayor responsabilidad con los hijos. Si pongo en una balanza lo que yo hago de madre, son más las actividades y estoy más pendiente de mi hija que su papá.”
Han pasado muchos años desde la incorporación de la mujer al mundo laboral en la Revolución Industrial, y las condiciones de trabajo siguen siendo las mismas. Sigue existiendo una brecha salarial, que viene en gran parte ocasionada por la maternidad, debido a las reducciones de jornada o el freno que se produce en nuestras carreras.
Seguimos siendo minoría en los puestos de mayor responsabilidad porque requieren una mayor inversión de tiempo y una vez más, se asume que nosotras no disponemos de él al deber ocuparnos de la casa o de los hijos. De alguna manera, la desigualdad sigue estando igual de presente que desde el inicio.
Me doy cuenta de que existe un interés económico (no podía ser de otra manera) para que las mujeres sigamos teniendo hijos y mantener un sistema que se basa en la mano de obra. Desde niñas, hemos sido adoctrinadas con la idea de ser madres, en las películas que veíamos o los juguetes con los que nos divertíamos. El sistema necesita que las mujeres sigamos creyendo en la maternidad como algo imprescindible en la vida de una mujer, esa idea romántica de que ser madre es lo mejor que te puede pasar en la vida.
Es cierto que las nuevas generaciones estamos cuestionando estas y otras situaciones para que al menos, nos preguntemos si es algo que realmente queremos en nuestra vida.
En palabras de Danae, “La mayoría de las mujeres actualmente, se están dando el espacio y tiempo para ser y ejercer lo que desean, no lo que la sociedad dice que debe de ser y la edad en la que tiene que ser.”
Necesitamos provocar cambios reales en nuestra sociedad para que la maternidad se convierta en una opción igual de válida que la no maternidad. Que las mujeres que decidan no tener hijos y tomar otros caminos no se sientan juzgadas. Que aquellas que decidan ser madres, no se sientan excluidas en sus trabajos o sufran las consecuencias de llevar una doble jornada. Que ser madre no esté reñido con tener una carrera profesional exitosa.
Cuestionar la maternidad es un tema tabú, sin embargo, cuando abrimos el espacio, las historias comienzan a fluir. Es relevante hablar de ello para darnos cuenta de que es más común de lo que pensamos el sentirse sobrepasada, juzgada o desacreditada por el hecho de ser o no ser madre. Necesitamos reconocer que algo que provoca tantas desigualdades y altera tanto nuestros ritmos, no puede ser tan idílico.
Compartiendo estas historias podemos tomar aún más consciencia de este gran fallo del sistema y reclamar un cambio real, o al menos, tomar decisiones desde la racionalidad y buscando lo que es verdaderamente mejor para nosotras.
Yo sentí una gran liberación cuando me di cuenta de que todas estas ideas y expectativas venían del exterior y que si no quería, no tenía que ser madre. Debí aguantar muchos “ya cambiarás de opinión” o “cuando seas más mayor y te veas sola, te arrepentirás”, sin embargo, me siento tranquila porque sé que la definición de éxito o de fracaso no es igual para todxs y romper con esos paradigmas me ha hecho una persona un poco más libre y mucho más feliz.
Big thanks to Carmen, Danae and Lucila for sharing their valuable experience as mothers.
¿Quieres ayudar a tu organización a tener espacios seguros para este tipo de conversaciones difíciles? Como parte de The Failure Program, tenemos una variedad de cursos en línea, talleres y eventos privados, además de una encuesta que diagnosticará cómo están gestionando el fracaso en tu empresa y qué tan segura es tu organización para hablar de temas cruciales. Déjanos tus datos y empecemos a colaborar para que el fracaso trabaje para ti.
Editado por
Ricardo Guerrero
Transformemos nuestra percepción del fracaso y utilicémoslo como catalizador del crecimiento.